domingo, 16 de diciembre de 2012

Generación del 27


Pedro Salinas


Hizo estudios de derecho y filosofía y letras. Desde 1914 a 1917 trabajó como lector de español en la universidad de París, donde recibió el título de doctor en letras. Fue catedrático de lengua y literatura españolas en las universidades de Murcia y Sevilla. En la década de 1920 colaboró sistemáticamente con la “Revista de Occidente”, dirigida por Ortega y Gasset, figura central del novecentismo. También fue lector de español en la universidad de Cambridge y dirigió, junto a Guillermo de Torre, la revista “índice literario”. En 1936 se exilió en Estados Unidos y trabajó como profesor en varias universidades.
Su poesía se sustenta en una profunda subjetividad, que une la sensibilidad amorosa más fina y apasionada con el intelecto, logrando un equilibrio entre emoción e inteligencia. Su gran tema es el amor, descrito como un sentimiento intenso y jubiloso. Considerado uno de los autores más románticos de la generación del 27, recibió la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer.
La primera parte de su producción, compuesta por libros como Presagios, Seguro azar y Fábula y signo, se situó en la órbita de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, al rehuir todo contacto con la realidad y buscar un plano espiritual. En una segunda etapa desarrolló lo mejor de su poesía amorosa, celebrando el amor como algo que da sentido, forma y coherencia al mundo. Entonces escribió sus grandes poemarios: La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento. Al primero de estos poemarios, el más celebrado del autor, corresponden los siguientes versos:
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él


Hoy estoy besando un beso,
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron
(…)




Rafael Albarti


Tras estudiar con los jesuitas de El Puerto de Santa María se trasladó con su familia a Madrid, donde asistió a clases de pintura y llegó a realizar dos exposiciones. Posteriormente cambió los pinceles por la poesía, y en 1924 publicó su primer libro, Marinero en tierra, que recibió el premio nacional de literatura. Esta primera etapa de su obra, a la que pertenecen también los volúmenes La amante y El alba de alhelí, estuvo influida por el romancero, la lírica popular andaluza y las poesía de los cancioneros de los siglos XV y XVI.
En la Residencia de estudiantes conoció a jóvenes poetas de su edad como Dámaso Alonso, Federico García Lorca y Luis Cernuda. A partir de este momento su trayectoria experimentó un cambio de rumbo, pues participó del entusiasmo por el estilo barroco de Góngora compartido por los miembros de su generación. Tercera soledad y Cal y canto son frutos de ese proceso, que culminó con Sobre los ángeles, un libro que se acerca, además, al surrealismo, con sus imágenes libres y metáforas sorprendentes e impactantes. Muestra de ello es “Los ángeles muertos”, una de las composiciones de este poemario:
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en el cauce interrumpido por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.




Ernesto Giménez Caballero




Hijo de un modesto empleado de imprenta que prosperó en el negocio de las artes gráficas creando su propia empresa, Ernesto Giménez Caballero se licenció y doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. A los 20 años, recién acabada la gran guerra, ejerció de profesor de español en la Universidad de Estrasburgo. Más tarde ganó la cátedra de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. Fue también profesor de Literatura en la Escuela Oficial de Periodismo y ejerció durante varios años como diplomático en Iberoamérica.
Animador de la vida intelectual de la década de 1920, fue un impulsor de las vanguardias literarias en España, tales como el surrealismo, el ultraísmo y el futurismo. Su Yo, inspector de alcantarillas es probablemente la primera publicación surrealista española. También se interesó por el cine, realizó varios documentales y cortos y fundó el primer cine-club en España, en el que se estrenó La edad de oro, de Luis Buñuel causa de altercados a la salida del Cine Callao. Destacó también como cartelista, inventor de los carteles literarios futuristas que firmaba como Gecé.
En 1923 publica Notas marruecas de un soldado, donde ya destaca por su narración de las memorias personales después de haber servido en la guerra de África. El libro, editado por él mismo y que le hizo famoso de la noche a la mañana, le supuso un proceso militar por desacato. Siempre tuvo a gala mencionar que en aquellas páginas, por vez primera en España, se reclamaba la asociación con fines políticos de los ex combatientes de la Guerra de Marruecos. Tras el pronunciamiento de Primo de Rivera, Giménez Caballero fue absuelto por el propio general, que se declaró lector y partidario de las ideas que Giménez Caballero había expresado en el libro.


Jorge Guillén




Su vida transcurre paralela a la de su amigo Pedro Salinas, a quien sucedió como lector de español en La Sorbona desde 1917 a 1923. Estudió sus primeras letras y Bachillerato en su ciudad natal y, aunque comenzó Filosofía y Letras en Madrid alojado en la Residencia de Estudiantes, se licenció en la Universidad de Granada; en esos años hizo varios viajes por Europa; en uno de ellos, en 1919, conoce a Germaine Gahen, con la que se casó dos años más tarde. Empieza a escribir Cántico y publica crítica literaria en la prensa y sus primeros poemas sueltos en revistas. Ya licenciado, ocupa el puesto de lector en la Universidad de La Sorbona (París) hasta 1923. En 1926 ocupa la Cátedra de Literatura de la Universidad de Murcia y poco después, con Juan Guerrero Ruiz y José Ballester Nicolás idea fundar la revista Verso y Prosa para sustituir al Suplemento Literario de La Verdad y elevarlo de nivel. En diciembre de 1928 aparece en la Revista de Occidente la primera edición de Cántico; hace un lectorado en la Universidad de Oxford (1929-1931) y en este último año se incorpora a la Universidad de Sevilla.
La Guerra le sorprende en Valladolid y es brevemente encarcelado en Pamplona; vuelve a su Cátedra de Sevilla y se exilia en julio de 1938. Ejerce su labor docente en las Universidades de Middlebury, McGill (Montereal) y en el Wellesley College; en 1947 muere Germaine y se jubila en el Wellesley College en 1957; marcha entonces a Italia, donde contrae segundas nupcias en Florencia (1958) con Irene Mochi-Sismondi, su segunda esposa, y se traslada después a Málaga; sin embargo ya había estado en España por primera vez desde la guerra en 1949, cuando fue a visitar a su padre enfermo. Reanuda su labor docente en Harvard y Puerto Rico, pero una caída con rotura de cadera le aparta de la docencia en 1970; en 1976 recibe el Premio Cervantes y en 1977 el Premio Internacional Alfonso Reyes. Fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983, un año antes de morir en Málaga el 6 de febrero de 1984. Sus restos mortales reposan en el Cementerio de Aglicano de San Jorge, Málaga.

Descripción de un animal