Pedro
Salinas
Su poesía se sustenta en una profunda subjetividad, que une la sensibilidad amorosa más fina y apasionada con el intelecto, logrando un equilibrio entre emoción e inteligencia. Su gran tema es el amor, descrito como un sentimiento intenso y jubiloso. Considerado uno de los autores más románticos de la generación del 27, recibió la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer.
La primera parte de su producción, compuesta por libros como Presagios, Seguro azar y Fábula y signo, se situó en la órbita de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, al rehuir todo contacto con la realidad y buscar un plano espiritual. En una segunda etapa desarrolló lo mejor de su poesía amorosa, celebrando el amor como algo que da sentido, forma y coherencia al mundo. Entonces escribió sus grandes poemarios: La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento. Al primero de estos poemarios, el más celebrado del autor, corresponden los siguientes versos:
Ayer
te besé en los labios.
Te
besé en los labios. Densos,
rojos.
Fue un beso tan corto
que
duró más que un relámpago,
que
un milagro, más.
El
tiempo
después
de dártelo
no
lo quise para nada
ya,
para nada
lo
había querido antes.
Se
empezó, se acabó en él
Hoy
estoy besando un beso,
estoy
solo con mis labios.
Los
pongo
no
en tu boca, no, ya no
-¿adónde
se me ha escapado?-
Los
pongo
en
el beso que te di
ayer,
en las bocas juntas
del
beso que se besaron
(…)
Rafael
Albarti
Tras
estudiar con los jesuitas de El Puerto de Santa María se trasladó
con su familia a Madrid, donde asistió a clases de pintura y llegó
a realizar dos exposiciones. Posteriormente cambió los pinceles por
la poesía, y en 1924 publicó su primer libro, Marinero
en tierra, que recibió el
premio nacional de literatura. Esta primera etapa de su obra, a la
que pertenecen también los volúmenes La amante
y El alba de alhelí, estuvo
influida por el romancero, la lírica popular andaluza y las poesía
de los cancioneros de los siglos XV y XVI.
En
la Residencia de estudiantes conoció a jóvenes poetas de su edad
como Dámaso Alonso, Federico García Lorca y Luis Cernuda. A partir
de este momento su trayectoria experimentó un cambio de rumbo, pues
participó del entusiasmo por el estilo barroco de Góngora
compartido por los miembros de su generación. Tercera
soledad y Cal y
canto son frutos de ese
proceso, que culminó con Sobre los ángeles, un
libro que se acerca, además, al surrealismo, con sus imágenes
libres y metáforas sorprendentes e impactantes. Muestra de ello es
“Los ángeles muertos”, una de las composiciones de este
poemario:
Buscad,
buscadlos:
en
el insomnio de las cañerías olvidadas,
en
el cauce interrumpido por el silencio de las basuras.
No
lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos
ojos perdidos,
una
sortija rota
o
una estrella pisoteada.
Porque
yo los he visto:
en
esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.
Ernesto
Giménez Caballero
Hijo de un modesto
empleado de imprenta que prosperó en el negocio de las artes
gráficas creando su propia empresa, Ernesto Giménez Caballero se
licenció y doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central
de Madrid. A los 20 años, recién acabada la gran guerra, ejerció
de profesor de español en la Universidad de Estrasburgo. Más tarde
ganó la cátedra de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de
Madrid. Fue también profesor de Literatura en la Escuela Oficial de
Periodismo y ejerció durante varios años como diplomático en
Iberoamérica.
Animador
de la vida intelectual de la década de 1920, fue un impulsor de las
vanguardias literarias en España, tales como el surrealismo, el
ultraísmo y el futurismo. Su Yo, inspector de alcantarillas es
probablemente la primera publicación surrealista española. También
se interesó por el cine, realizó varios documentales y cortos y
fundó el primer cine-club en España, en el que se estrenó La edad
de oro, de Luis Buñuel causa de altercados a la salida del Cine
Callao. Destacó también como cartelista, inventor de los carteles
literarios futuristas que firmaba como Gecé.
En
1923 publica Notas marruecas de un soldado, donde ya
destaca por su narración de las memorias personales después de
haber servido en la guerra de África. El libro, editado por él
mismo y que le hizo famoso de la noche a la mañana, le supuso un
proceso militar por desacato. Siempre tuvo a gala mencionar que en
aquellas páginas, por vez primera en España, se reclamaba la
asociación con fines políticos de los ex combatientes de la Guerra
de Marruecos. Tras el pronunciamiento de Primo de Rivera, Giménez
Caballero fue absuelto por el propio general, que se declaró lector
y partidario de las ideas que Giménez Caballero había expresado en
el libro.
Jorge
Guillén
Su
vida transcurre paralela a la de su amigo Pedro Salinas, a quien
sucedió como lector de español en La Sorbona desde 1917 a 1923.
Estudió sus primeras letras y Bachillerato en su ciudad natal y,
aunque comenzó Filosofía y Letras en Madrid alojado en la
Residencia de Estudiantes, se licenció en la Universidad de Granada;
en esos años hizo varios viajes por Europa; en uno de ellos, en
1919, conoce a Germaine Gahen, con la que se casó dos años más
tarde. Empieza a escribir Cántico y publica crítica
literaria en la prensa y sus primeros poemas sueltos en revistas. Ya
licenciado, ocupa el puesto de lector en la Universidad de La Sorbona
(París) hasta 1923. En 1926 ocupa la Cátedra de Literatura de la
Universidad de Murcia y poco después, con Juan Guerrero Ruiz y José
Ballester Nicolás idea fundar la revista Verso y Prosa para
sustituir al Suplemento Literario de La Verdad y elevarlo de
nivel. En diciembre de 1928 aparece en la Revista de Occidente
la primera edición de Cántico; hace un lectorado en la
Universidad de Oxford (1929-1931) y en este último año se incorpora
a la Universidad de Sevilla.
La
Guerra le sorprende en Valladolid y es brevemente encarcelado en
Pamplona; vuelve a su Cátedra de Sevilla y se exilia en julio de
1938. Ejerce su labor docente en las Universidades de Middlebury,
McGill (Montereal) y en el Wellesley
College; en 1947 muere Germaine y se jubila en el Wellesley
College en 1957; marcha entonces a Italia, donde contrae segundas
nupcias en Florencia (1958) con Irene Mochi-Sismondi, su segunda
esposa, y se traslada después a Málaga; sin embargo ya había
estado en España por primera vez desde la guerra en 1949, cuando fue
a visitar a su padre enfermo. Reanuda su labor docente en Harvard y
Puerto Rico, pero una caída con rotura de cadera le aparta de la
docencia en 1970; en 1976 recibe el Premio Cervantes y en 1977 el
Premio Internacional Alfonso Reyes. Fue nombrado Hijo Predilecto de
Andalucía en 1983, un año antes de morir en Málaga el 6 de febrero
de 1984. Sus restos mortales reposan en el Cementerio de Aglicano de
San Jorge, Málaga.